domingo, 14 de marzo de 2010

Guanajuato, ayer y hoy

Ana Luz Estrada Cepeda (ALEC)

Guanajuato, el estado que está en el corazón del país. Territorio rico en plata y minerales, el Bajío de México, joya colonial, la cuna de la Independencia.

Ubicado aproximadamente a 2 mil metros sobre el nivel del mar, las principales actividades que desde hace más de doscientos años han dado impulso económico a la región son la agricultura, la ganadería y la minería, pero su ubicación geográfica dentro del territorio nacional le da la gran ventaja de ser uno de los principales corredores industriales del país.

El estado se caracteriza porque su población es en su mayoría católica y conservadora y aunque mucha gente recrimina el hecho de que en pleno Siglo XXI no se abra a ideologías más liberales, en realidad pocos se preguntan el por qué.

Para encontrar respuestas el lector debe remontarse a 1546, cuando se funda la estancia de Guanajuato, por orden del Virrey Antonio de Mendoza. El territorio fue conquistado fácilmente pues la presencia de núcleos de población indígena era casi nula. Fue sencillo para los dominadores españoles implantar la religión y su forma de vida sin tener que lidiar con tradiciones indígenas, como lo hicieron en otras regiones del país.

El descubrimiento de ricos yacimientos de plata y la falta de mano de obra provocó que se transportaran a purépechas y aztecas para realizar trabajos de minería y agricultura. Así, Guanajuato se convierte en “el crisol del mestizaje”, pero esta característica no fue sinónimo de igualdad social, la polarización de clases era muy marcada, el factor étnico – racial pesaba mucho, y como el explorador prusiano Alejandro von Humboldt escribió, nunca se había visto tanta riqueza concentrada al mismo tiempo junto a tanta miseria.

Mientras que la clase alta, conformada por españoles y algunos criollos propietarios de grandes haciendas y minas, vivía con opulencia y comodidad, los indígenas y negros formaban la base de la pirámide y eran utilizados como esclavos. Los criollos y mestizos en general, eran jornaleros, granjeros o dueños de pequeños ranchos, y su trabajo era casi siempre remunerado.

Con la introducción de grandes transformaciones en la forma de gobernar España, los monarcas borbones provocaron cambios y ajustes que convulsionaron las estructuras sociales en las colonias americanas. La Iglesia, siendo la principal financiera de ranchos y haciendas, tenía gran solvencia económica y era propietaria de amplias extensiones de tierra que no eran explotadas, de esta forma el sistema financiero de la Nueva España estaba estrechamente vinculado con la Iglesia quien en aquel entonces cumplía la función de Banco

Hacia 1765 la Península Ibérica libraba varias batallas en Europa, esto significó mayor demanda de recursos. Dichas circunstancias provocaron que en el mismo año la Corona ordenara que todos los bienes manejados por la Iglesia fueran remitidos inmediatamente a España. Eso se tradujo en que todos los granjeros, agricultores y mineros que en algún momento habían pedido préstamos a la Iglesia, debieron pagar sus deudas en un lapso de tiempo relativamente breve.

El sistema económico se ahogó y varias actividades productivas se vieron paralizadas pues no había recursos suficientes para invertir y la Iglesia no podía financiarlos.

Dicha situación, aunada a la discriminación de castas, períodos de sequías prolongados y la desconfianza que la Corona Española sentía hacia los administradores de los bienes americanos y que, por lo mismo, suplantó a estos por personas consideradas “mejor capacitadas”, provocó mayores niveles de marginación y pobreza. El territorio mexicano sufrió un grave desequilibrio.

El creciente descontento llevó a que un pequeño grupo de criollos educados comenzaran a conspirar para sublevarse en contra de la Monarquía Borbónica, bien son sabidos sus nombres: el cura Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama, José Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, formaron un pequeño grupo que se reunía en la ciudad de Querétaro.

Los planes de sublevarse fueron descubiertos y los conspiradores debieron cambiar sus planes y adelantarse a lo planeado. Fue así, como en la madrugada del 16 de Septiembre de 1810, el cura Miguel Hidalgo tocó las campanas del templo en el pequeño poblado llamado entonces Congregación de Nuestra Señora de los Dolores, para que la gente acudiera a su encuentro.

El hecho de que Miguel Hidalgo fuese un sacerdote influyó en las personas pues seguían a su líder moral y espiritual. Fue así que un pequeño grupo de campesinos y hombres liberados de la prisión del pueblo, acompañaron al cura hacia la guerra.

Se debe puntualizar que en un principio la lucha de Independencia no pretendía liberar al territorio mexicano de España, sino hacerlo autónomo. Se luchaba porque el rey Fernando VII recuperara la Corona y la situación volviese a la normalidad, fue años después que los objetivos cambiaron.

La historia de esta lucha termina el 27 de Septiembre de 1821 cuando se firma el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, y un territorio devastado por la guerra comienza una nueva lucha: recuperarse de los estragos del combate.

Después de esto Guanajuato no vuelve a tener una participación significativa en movimientos ciudadanos y aunque se ha abierto a la modernización, aún defiende con valor acérrimo sus tradiciones y su ideología.

Los cambios a lo largo de doscientos años han sido agrícolas, industriales, comerciales, culturales, poblacionales, y todo lo que esto implica sociológicamente hablando.

Si bien existe un corredor Industrial importante en el que las ciudades de León, Silao, San Francisco del Rincón, Celaya e Irapuato son partícipes, aún son observables grandes desigualdades regionales: mientras que los municipios del noroeste obtienen mayores ingresos gracias a compañías como General Motors, Industrias textiles y de calzado, las regiones noreste y sureste sufren los estragos que la concentración del capital en un solo lugar trae consigo. Son excluidos del gran eje industrial, lo que empuja a los estratos poblacionales más pobres a emigrar a Estados Unidos. Guanajuato “exporta” trabajadores al país vecino del Norte.

Cultural y antropológicamente la resistencia al cambio que la población guanajuatense ha tenido y la tendencia al conservadurismo en acciones ciudadanas vinculadas fuertemente a la religión católica, resulta una paradoja (aunque esto no significa que todos los grupos religiosos compartan los mismos ideales). A pesar de que no sucede en todos los estratos sociales, sí existe un fuerte ligamiento a ideologías de ultraderecha.

Existe un cambio muy acelerado en la economía, la urbanización, la demografía, la tecnología, etc., pero muchos sectores poblacionales se resisten al cambio ideológico, sobretodo aquellos cuyos ingresos son más elevados. El estatus pesa mucho en las esferas sociales altas.

Si bien esta ideología conservadora es un rasgo importante en el desenvolvimiento sociocultural del estado, Guanajuato no es sinónimo de conservadurismo. Es cierto que los grupos católicos predominan en la región, pero también es verdad que poco a poco se han abierto paso (con algo de esfuerzo) nuevas ideologías religiosas y culturales.

Sí, es verdad, Guanajuato es muy conservador. Sí, es verdad, debe abrirse a nuevas ideologías políticas, sociales, culturales. Son verdad muchas cosas que puedan decirse de esta región, pero eso no le quita la importancia que tuvo dentro del proceso que hizo a nuestro México un país libre y soberano, un país rico en costumbres y tradiciones que aún después de casi doscientos años aún lucha por salir adelante.

1 comentario:

  1. Gracias por ayudar a la buena memoria mexicana, no la de los libros de la SEP.
    Ecléctica, por favor no nos abandones :)

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